La política comercial de América Latina a partir de 2002: Diagnóstico y prognosis
José M. Salazar-Xirinachs 1
Director de la Unidad de Comercio de la OEA
El objetivo de este artículo es identificar y comentar
algunos de los principales desafíos que confrontan los
países de América Latina y el Caribe en
el ámbito de la política comercial a partir de 2002. El trabajo
comienza con una mirada retrospectiva (diagnóstico),
para luego realizar un análisis prospectivo (prognosis)
de los retos que se avizoran.
I. Diagnóstico
Un diagnóstico de las políticas comerciales
que han puesto en práctica los países de América Latina
y el
Caribe (ALC) y sus resultados en los diez últimos
años debe partir de señalar al menos tres elementos que,
a su vez, deben asumirse como premisas para la prognosis:
el primero es el debate sobre el balance de los
resultados de las reformas económicas de los últimos
10 a 15 años, el segundo es la relación entre
comercio, crecimiento y reducción de la pobreza,
y el tercero se refiere a la creciente integración e
interdependencia de las economías latinoamericanas.
Balance general de las reformas económicas
La “hoja de balance” de las reformas económicas
puede resumirse reconociendo que, por una parte, se
alcanzaron importantes logros en una serie de frentes:
el control de la inflación, la reducción de los déficit
fiscales, la reducción de la deuda externa, el
aumento de los flujos de inversión extranjera directa (IED) y la
expansión de las exportaciones de algunos países.
No obstante, los resultados fueron decepcionantes en
otras áreas, entre las que destacan el crecimiento
económico, el desempleo, la atenuación de la pobreza, la
distribución del ingreso y las condiciones sociales.
Con frecuencia se culpa del lento crecimiento y de los
decepcionantes resultados sociales al “Consenso de
Washington”, al amparo del cual se emprendieron muchas
de estas reformas económicas. Si bien numerosas
críticas son válidas y existe un amplio
debate al respecto, aquellos que llegan al extremo de cuestionar la
dirección estratégica de la integración
a la economía mundial deben responder a la pregunta: ¿Cuál
es la
alternativa?
En mi opinión, la conclusión general más
importante que surge del intenso debate sobre las deficiencias del
Consenso de Washington está claramente expresada
en un estudio realizado por Nancy Birdsall y Augusto
de la Torre y publicado a principios de 2001: sin las
reformas, la situación habría sido peor. El ingreso y la
producción per cápita habrían sido
menores, la volatilidad habría sido mayor y la pobreza y la desigualdad
en la distribución del ingreso habrían sido
más profundas. No obstante, también ha quedado claro que
el
conjunto original de políticas contemplado en el
Consenso de Washington era demasiado limitado y no
tomaba en cuenta muchos aspectos que la comunidad de desarrollo,
y no pocos economistas, politólogos e
instituciones de América Latina, han sabido y enfatizado
durante años.
La buena noticia en materia de políticas es que
se ha producido un cambio radical en el enfoque sobre las
reformas y el desarrollo en la comunidad mundial y en
los organismos internacionales. La reducción de la
pobreza y la equidad ocupan ahora un lugar central en
los programas y las operaciones de préstamo de las
instituciones financieras internacionales (IFI).
Más aún, uno de los aspectos más extraordinarios
en la reciente reunión de la OMC en Doha – ¡aparte del
hecho de que se acordó iniciar una nueva ronda
de negociaciones! – es el lugar preponderante que ocupan
los temas del desarrollo en la agenda de la OMC y en la
Declaración Ministerial de Doha. Esto es en parte
un reflejo de la nueva composición de la membresía
de la organización y en parte una expresión de la
frustración de los países en desarrollo
ante un sistema comercial mundial que se percibe desbalanceado, con
dobles estándares, y que debe brindarles más
oportunidades.2
Papel del comercio y el crecimiento en reducir la pobreza
El segundo punto de diagnóstico es que la investigación
económica ha dejado bien establecidas dos
relaciones empíricas: que el comercio es importante
para el crecimiento y que el crecimiento es importante
para reducir la pobreza. Un crecimiento rápido
está asociado a una reducción rápida de la pobreza,
mientras que la contracción económica está
ligada a una aumento de la pobreza. Para que la pobreza
aumente cuando hay crecimiento económico, tendría
que darse un drástico empeoramiento de la
distribución de los ingresos, que por lo general
no es el caso en la mayoría de los países. También
es claro
que el crecimiento por sí solo no necesariamente
mejora la distribución del ingreso sino que se requiere de
una compleja gama de políticas sociales que lo
acompañen.
Es importante entonces reiterar que sería una trampa
pensar que el crecimiento no es importante. El
crecimiento es esencial para la modernización y
la reducción de la pobreza. Las preguntas relevantes son
entonces: ¿Cómo promover el crecimiento?
¿Cuál es el papel del comercio y la integración en
este
esfuerzo?
Existen dos vertientes de literatura económica empírica
que apoyan el concepto de que la apertura
comercial y la integración a la economía
mundial benefician el crecimiento. Una agrupa las investigaciones
recientes que aportan pruebas sobre la relación
positiva entre el comercio y el crecimiento.3 La otra
vertiente analiza diversas hipótesis o escenarios
de integración y liberalización del comercio en América
Latina a partir de modelos de Equilibrio General Computable
(EGC) aplicados a diversos países y
sub-regiones. Los canales principales por medio de los
cuales la apertura comercial y la integración
económica promueven el crecimiento son: mayor especialización
de acuerdo con las ventajas comparativas;
mayor aprovechamiento de economías de escala y
de rendimientos crecientes; importación de ideas,
conocimientos y capacidades tecnológicas y mejoramiento
del desempeño económico a través de impactos
positivos sobre las instituciones y el proceso político.
No pretendo sugerir que el comercio es el único factor
determinante del crecimiento, pero sí que se trata
de un factor necesario que contribuye en gran medida al
mismo.
Mayor integración e interdependencia
El tercer punto de diagnóstico consiste en reconocer
que todas las economías de América Latina y el
Caribe (ALC) son ahora mucho más abiertas y más
interdependientes tanto entre sí como con Estados
Unidos y el resto de la economía mundial que hace
diez años. Casi todos los programas de reforma
económica en ALC han tenido como objetivo estratégico
la integración de las economías nacionales a la
economía mundial. Los patrones o estilos nacionales
de gestión económica varían significativamente, pero
la
mayoría de los países progresó considerablemente
en el objetivo de una mayor integración. La
interdependencia ha crecido en tres dimensiones interconectadas:
(a) En términos del dinamismo empresarial
que ha transformado las estructuras de comercio e inversión;
(b) En términos de compromisos jurídicamente
vinculantes asociados a la proliferación de acuerdos
regionales y bilaterales de integración (ARIs);
(c) En términos de una convergencia
de intereses estratégicos, políticos y de seguridad colectiva.
Los indicadores del dinamismo empresarial y su impacto
en la interdependencia económica son bien
conocidos: los aranceles promedio se redujeron de forma
muy marcada a partir de 1985 lo que explica en
buena medida que la participación del comercio
en el PIB aumentara en todos los países de las Américas
durante la década pasada. Además, para América
Latina en general, los dos motores de expansión de las
exportaciones fueron el mercado estadounidense y el resto
de los mercados de ALC en conjunto. Las tasas
de crecimiento de las exportaciones hacia estos destinos
se ubicaron en aproximadamente en un 14% anual
entre 1988 y 1998, lo que revela un dinamismo empresarial
y de negocios mucho más elevado que el de las
exportaciones hacia el Asia, Europa y el Japón.
Desde 1990 hasta el presente, la participación del comercio
intrarregional en el total del comercio aumentó
sostenidamente en los casos de MERCOSUR, la
Comunidad Andina, CARICOM y el TLCAN. Finalmente, los
flujos de Inversión Extranjera Directa en los
países de ALC en conjunto aumentaron de niveles
de 10-15 mil millones de dólares a principios de la
década de los noventa a niveles de 80-90 mil millones
de dólares a finales de la misma década. El mensaje
que transmiten estos indicadores es que las economías
de ALC están actualmente más integradas entre sí,
con los Estados Unidos y con el resto de la economía
mundial que hace un decenio.
Una segunda dimensión de la interdependencia es
la relacionada con la proliferación de acuerdos
comerciales. Los países de ALC están ahora
unidos en un tramado de acuerdos comerciales de nueva
generación como nunca antes en su historia. Los
países de la región han negociado entre sí 12 tratados
de
libre comercio desde 1990, y se encuentran negociando
otros 7. También han estado negociando acuerdos
de nueva generación con otros países fuera
del hemisferio, tanto en la región transatlántica como en
la región
transpacífica. Igualmente, han venido profundizando
y reestructurando las cuatro uniones aduaneras
existentes (MCCA, Comunidad Andina, CARICOM y MERCOSUR)
mediante la inclusión de nuevas
disciplinas. Y claro está, los países de
la región participan en el proyecto más ambicioso de todos
en
materia de comercio: la creación del ALCA. Estos
acuerdos son llamados de “nueva generación” porque
incluyen, además de la liberalización del
comercio de mercancías, nuevos sectores, como los servicios y la
agricultura, además de nuevas disciplinas como
las inversiones, la política de competencia, los derechos de
propiedad intelectual y los mecanismos de solución
de controversias.
Hay dos implicaciones de esta proliferación de acuerdos
que deben destacarse. En primer lugar, los
acuerdos vigentes contienen un impulso suficiente en términos
de liberalización automática ya negociada
para aumentar aún más la interdependencia
desde ahora y hasta el año 2010. Y segundo, la proliferación
y
ampliación de la agenda comercial significan que
hoy más que nunca las normas internacionales juegan un
papel crítico en la formulación de las reformas
y de los marcos jurídicos internos.
Finalmente, el nuevo regionalismo no tiene solo una justificación
económica; también tiene una dimensión
política y estratégica. El peso o influencia
de las variables políticas y estratégicas depende de la agrupación
específica de países. Por ejemplo, la justificación
fundamental original del MERCOSUR estuvo
estrechamente vinculada al objetivo de diluir las tensiones
entre Argentina y Brasil y promover mejores
relaciones entre ambos países. El MERCOSUR se fundamenta
también en algo que va mucho más allá del
simple deseo de liberalizar el comercio. Esta iniciativa
forma parte de una visión cuyo objetivo es fortalecer
el papel de este grupo de países en el hemisferio
occidental y como actores globales en el escenario
mundial.
Los esfuerzos dirigidos a crear el Área de Libre
Comercio de las Américas contienen también marcadas
dimensiones políticas, estratégicas y de
seguridad. Una pregunta importante al respecto es si uno de los
efectos de los trágicos acontecimientos terroristas
del 11 de septiembre será el de fortalecer los vínculos
entre los elementos políticos y de seguridad y
los componentes de prosperidad de la agenda de la Cumbre
de las Américas. La respuesta parece ser positiva
a juzgar por el discurso del Presidente Bush en la OEA el
16 de Enero de 2002 en donde dijo y explicó que
“El futuro de este hemisferio depende de la fortaleza de
tres compromisos: democracia, seguridad y desarrollo basado
en el mercado. Estos compromisos son
inseparables...”, y ocasión en la cual también
anunció que los Estados Unidos se dispone a explorar la
negociación de un acuerdo de libre comercio con
los países de Centroamérica.
A partir de estos elementos de diagnóstico como
premisas, abordemos ahora los desafíos que enfrentan los
países de América Latina y el Caribe en
materia de comercio e integración en los próximos años.
II. Prognosis: La próxima etapa de la política comercial y de desarrollo
En mi opinión, la próxima etapa de las políticas
comerciales de América Latina y su integración a los
mercados mundiales pasa al menos por una agenda de políticas
constituida por cinco partes. Las dos
primeras partes se refieren a las negociaciones externas,
mientras que las tres restantes tienen que ver con la
agenda complementaria de políticas internas de
desarrollo.
• La primera parte se refiere a las opciones de estrategia
comercial que los países han de seguir. ¿Cuáles
son los caminos para la expansión de los mercados,
es decir, para la expansión de la demanda externa para
estimular exportaciones y crecimiento? Con la nueva ronda
de negociaciones multilaterales acordada en
Doha cuya meta es concluir a más tardar el 1 de
enero de 2005, las negociaciones del ALCA con la misma
fecha meta de conclusión, la posibilidad de seguir
participando en negociaciones bilaterales y el desafío de
profundizar las agrupaciones subregionales, los países
de América Latina y el Caribe tienen por lo menos
cinco caminos para la expansión de los mercados
y la reforma comercial en los próximos años: la vía
unilateral, la vía multilateral a través
de la OMC, la vía regional por medio del ALCA, la vía subregional
a
través de la profundización y ampliación
del MERCOSUR, la Comunidad Andina, el MCCA y
CARICOM, así como la vía bilateral. Hay
quienes argumentan que los países deben dar prioridad a la
liberalización unilateral, otros sostienen que
los países deberían concentrar su escaso capital de negociación
y sus esfuerzos en el ámbito multilateral, en lugar
de inclinarse por los ejercicios regionales, subregionales o
bilaterales. Yo considero que los países obtendrían
el mejor resultado con la adopción de lo que podríamos
llamar una “estrategia múltiples caminos” en materia
de negociaciones comerciales; en otras palabras, los
países de América Latina y el Caribe pueden
maximizar los beneficios moviéndose simultáneamente en
varios frentes de negociación. La mezcla o el equilibrio
preciso entre las distintas opciones es algo que
corresponde decidir a cada país. Pienso además
que el establecimiento del ALCA debería seguir siendo
una prioridad, no obstante el inicio de una nueva ronda
de negociaciones comerciales. Esto significa, entre
otras cosas, que la siguiente etapa de la política
comercial será la más intensa en términos de negociaciones
que los países de ALC hayan enfrentado jamás.
Esta situación se complica aún más por el hecho inevitable
de que todas estas negociaciones están vinculadas
en formas distintas y complejas. Y éstas vinculaciones
constituye uno de los desafíos técnicos
y políticos más difíciles que los países habrán
de afrontar. La última
sección del presente artículo retoma este
punto.
• El segundo componente de esta agenda de políticas
de cinco partes tiene que ver también con las
negociaciones externas, pero se refiere a la necesidad
de desplegar un esfuerzo concertado con otros países
en desarrollo y con países industrializados que
compartan la idea de promover una arquitectura comercial y
financiera mundial que favorezca el desarrollo. Y acá
estoy refiriéndome, por ejemplo, al programa de
reestructuración de la arquitectura del comercio
mundial para el desarrollo contenido en el informe del
Banco Mundial titulado Global Economic Prospects: Making
Trade Work for the World’s Poor
(Perspectivas económicas globales: El comercio
en pro de los pobres del mundo). Este informe constituye,
en mi opinión, un verdadero manifiesto para fortalecer
el sistema mundial de comercio de una manera
cónsona con el desarrollo; muchas de las propuestas
contenidas en el referido documento deberían ser
acogidas por los países de América Latina
y el Caribe.
• El tercer componente es el mejoramiento de las instituciones
del sector público relacionadas con el
comercio. La negociación simultánea en varios
frentes y el cumplimiento de las nuevas reglas y compromisos
requieren, hoy más que nunca, de un mayor fortalecimiento
de la capacidad comercial. Obviamente, ello
constituye un desafío no sólo para los países
propiamente dichos, sino también para los gobiernos que
prestan ayuda y los organismos interamericanos e internacionales
de desarrollo.
• El cuarto componente es la adopción de políticas
que favorezcan el crecimiento y la competitividad a fin
de incrementar la capacidad de respuesta de las economías
por el lado de la oferta. Un mejor acceso a los
mercados es una condición necesaria para crear
oportunidades de crecimiento, y si bien una agenda de
negociación comercial activa puede encargarse de
ello, no resulta suficiente. Para aprovechar estas
oportunidades, los países deben fortalecer su capacidad
de oferta y brindar un entorno atractivo para las
inversiones. Existe una amplia gama de iniciativas que
los países deben considerar a la hora de generar este
entorno de políticas favorables al crecimiento.
Entre los incentivos apropiados para el crecimiento destacan:
un marco macroeconómico estable, la promoción
de la eficiencia en sectores de servicios que son
esenciales para el comercio y la competitividad internacional,
como es el caso del transporte, las
telecomunicaciones, las actividades financieras, los servicios
de negocios, entre otros, políticas para
promover la innovación tecnológica y maximizar
la difusión del conocimiento en la sociedad e inversiones en
el capital humano y en educación.
• El componente final de este marco de políticas
está conformado por las políticas de desarrollo social. El
crecimiento por sí solo no bastará para
hacer frente a los retos sociales de América Latina.
Mi intención al enumerar este amplio espectro de
políticas es enfatizar que, aunque considero que la política
comercial y la integración a la economía
mundial son elementos esenciales, los mismos constituyen apenas
un componente de un conjunto mucho más extenso
de desafíos. La agenda comercial no debe confundirse
con la agenda de desarrollo, ni sustituir a una agenda
de desarrollo fundamentada en una visión nacional
clara y en un sólido consenso nacional en torno
a las políticas.
Una vez ubicada la agenda comercial en el contexto más
amplio, y en lugar de transgredir hacia otros temas,
regresemos a la cuestión del comercio y, específicamente,
al tema de la importancia de las negociaciones
tanto de la OMC como del ALCA y a algunos de los retos
que éstas plantean.
III. Negociaciones simultáneas en la OMC y el ALCA: Algunos desafíos y relaciones
Numerosos estudios han demostrado los beneficios en términos
niveles de vida que los países en desarrollo
obtendrían con el mayor acceso a los mercados y
la mayor liberalización del comercio que traería una nueva
ronda, así como también los beneficios del
ALCA para los países de América Latina.
Varios estudios presentados en la reciente Conferencia
sobre los Impactos de los Acuerdos de
Liberalización del Comercio en América Latina
y el Caribe, organizada por el BID y el Centro de Estudios
Prospectivos (CEPII), corroboran los importantes beneficios
que los países de América Latina y el Caribe
podrían obtener tanto de una nueva ronda de negociaciones
en el marco de la OMC como del ALCA, así
como las ventajas que obtendrían los países
del MERCOSUR de concluirse un tratado entre este grupo
sub-regional y la UE. Estos estudios proveen una justificación
adicional a favor de la “estrategia de múltiples
caminos” mencionada anteriormente.
Sin embargo, hay importantes razones para pensar que los
beneficios del ALCA pueden alcanzarse más
rápidamente y podrían ser mayores en algunas
áreas y para algunos países que los beneficios resultantes
de
las negociaciones multilaterales. Las razones principales
son las siguientes:
• En primer lugar, en cuanto a la cuestión del acceso
a los mercados, la nueva ronda de negociaciones de la
OMC no resultará en el libre comercio mundial al
final de las negociaciones. La meta consiste en avanzar un
paso significativo en materia de acceso a los mercados,
mas no en eliminar completamente los aranceles y
obstáculos no arancelarios o los subsidios. La
lista de excepciones y asuntos pendientes al final de la ronda
posiblemente sea larga. Además, las negociaciones
son complejas y probablemente tomen más tiempo que
el plazo acordado formalmente, del 1 de enero de 2005.
• En segundo lugar, y en contraste con lo anterior, el
objetivo de las negociaciones del ALCA es crear un
área de libre comercio, lo que significa la eliminación
total de los aranceles aplicados al comercio de
mercancías. Si bien es probable que existan excepciones
y reservas, la lista probablemente será más corta
que la de la OMC. Si la liberalización de los servicios
en el marco del ALCA será mayor que lo que se
pueda lograr en la OMC es una pregunta abierta. Es factible
esperar que habida cuenta del menor número
de países y de que los países de América
Latina y el Caribe han avanzado considerablemente en la
liberalización unilateral de servicios en los últimos
años, el ALCA pueda llegar más profundo en materia de
servicios de lo que sería posible en el contexto
de la OMC.
• En tercer lugar, las áreas de inversión,
competencia y compras del sector público han figurado en la
agenda de negociación del ALCA desde sus inicios
y contemplan objetivos más ambiciosos que los
definidos en el Programa de Trabajo de Doha, en el cual
éstos son temas nuevos. Las negociaciones del
ALCA sobre reglas se encuentran ya bien avanzadas.
• Finalmente, pienso que el caso a favor del regionalismo
en las Américas, y específicamente, a favor del
ALCA, se ve también fortalecido en razón
de las tres fuerzas que promueven una mayor interdependencia
en el hemisferio explicadas en el diagnóstico:
el dinamismo empresarial hacia la mayor vinculación comercial,
la proliferación de acuerdos y correspondiente
ampliación de los compromisos jurídicos recíprocos
y la
convergencia de intereses estratégicos, políticos
y de seguridad colectiva. La creación del ALCA puede ser
entendida como un paso natural que construye sobre estas
tendencias.
Así las cosas, a causa de los potenciales beneficios
de este acuerdo, del impulso que han tomado las
negociaciones y de su potencial en términos de
rapidez y profundidad, las negociaciones del ALCA deben
seguir siendo una prioridad de los países de América
Latina y el Caribe, además de la nueva ronda
multilateral.
Estas dos negociaciones se vinculan de manera compleja.
Los vínculos pueden clasificarse en dos ámbitos:
en el frente negociador y en el ámbito político
y de formulación de políticas.
En el frente negociador, las áreas donde resultan
más obvias las vinculaciones son: agricultura, antidumping,
ciertos aspectos de los derechos de propiedad intelectual
y subsidios. En estas cuatro áreas existen algunas
cuestiones específicas en las cuales sólo
será posible avanzar en el ámbito multilateral. En las otras
áreas de
las negociaciones, sobre todo en los temas críticos
de acceso a mercados en bienes y servicios, no existe
razón por la cual el ALCA no pueda progresar con
relativa independencia de la nueva ronda.
En el ámbito político y de formulación
de políticas, el manejo simultáneo de dos intensas negociaciones
plantea un desafío intimidante. La mera complejidad
e intensidad de ambas negociaciones exigirán un
tremendo esfuerzo y recursos adicionales para los equipos
negociadores de todos los países. Ello implica
aspectos prácticos y administrativos, como una
capacidad mínima para estar presente o significativamente
representado en las reuniones, la organización
apropiada de los equipos negociadores, garantizar un flujo
adecuado de información sobre lo que ocurre en
cada uno de los foros, así como la coordinación nacional
e
internacional de las posiciones de negociación.
Por el lado más positivo, podría argüirse que el ALCA
ha
tenido ya “externalidades de aprendizaje positivas” y
que ha contribuido de forma considerable al
fortalecimiento de las capacidades institucionales y de
recursos humanos que permitirán a los países
participar de mejor manera en las negociaciones multilaterales.
4
Las negociaciones simultáneas, y en general la “estrategia
de múltiples caminos”, requerirán no sólo de
tecnocracias comerciales más fuertes capaces de
desenvolverse en el plano internacional, sino también una
mayor transparencia y un mayor diálogo y consulta
local con amplios sectores de la sociedad civil, con el
propósito de lograr consistencia en los frentes
interno y externo, arbitrar los conflictos distributivos
inherentes en las reformas del régimen comercial,
articular las posiciones nacionales y generar un sentido de
“identificación nacional” y de apoyo a lo que esté
negociándose.
Para concluir, es importante enfatizar que, como parte
de su estrategia para promover un crecimiento de
alta calidad, la integración de las economías
nacionales a la economía mundial debería continuar siendo,
y
probablemente será, un objetivo estratégico
clave de la mayoría de los programas de reforma económica
en
América Latina y el Caribe, junto a la reducción
de la pobreza. Si bien existen muchos temas que compiten
por ser prioridad, la definición de estrategias
claras dirigidas a expandir mercados y el comercio por el lado
de la demanda, así como las capacidades de respuesta
de las economías por el lado de la oferta, deben
estar en los próximos años entre las prioridades
más importantes en los esfuerzos nacionales y en los
programas de cooperación internacional.
Referencias
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Cross-National Evidence”, en http://ksghome.harvard.edu/-drodrik.academic.ksg/skeptic1299.pdf.
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Sala-i-Martin, Xavier X. (1997) “I Just Ran Two Million
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Wolf, Martin (2001) “Broken Promises to the Poor”, Financial Times, 21 de Noviembre.
World Bank (2002), Global Economic Prospects 2002: Making
Trade Work for the World’s Poor,
Washington D.C.
Notas
1 El presente artículo es una versión ligeramente
modificada de la intervención que hiciera el autor en
ocasión de la Tercera Conferencia Anual del Banco
Mundial sobre Desarrollo Mundial – “Mezclando el
conocimiento local y el conocimiento mundial” (Third Annual
Global Development Conference – Blending
Local and Global Knowledge), celebrada en Rio de Janeiro,
Brasil, del 9 al 12 de diciembre de 2001. Las
opiniones aquí expresadas corresponden a su autor,
por lo que no deben atribuirse a la Organización de los
Estados Americanos o a sus Estados miembro.
2 Ver Martin Wolf (2001) “Broken Promises to the Poor”,
Financial Times, 21 de Noviembre; Oxfam
(2001); Banco Mundial (2002).
3 Véase Levine y Renault (1992), Sachs y Warner
(1995), Sala-i-Martin (1997), Frankel y Romer (1999),
Irwin y Tervio (2000). Rodriguez y Rodrik (2000) y Rodrik
(2001) se muestran escépticos ante la solidez
de algunos de estos resultados en cuanto a la relación
entre apertura comercial y crecimiento. Jones (2000),
sin embargo, concentrándose en las variables de
la política comercial, concluye que las restricciones al
comercio son a la larga, y casi invariablemente, dañinas
para el crecimiento, si bien la magnitud de tales
efectos resulta incierta. Para Rodrik, “La conclusión
que cabría formular ... no es que la protección del
comercio debe, como regla, favorecerse ante la liberalización
del comercio. El argumento es, simplemente,
que los beneficios de la apertura comercial no deben sobreestimarse”
(Rodrik, 2001, p 39).
4 Para una mayor explicación de este punto ver Salazar-Xirinachs
(2001).